Dentro de las virtudes que más aprecio de las personas se encuentra la de el don de escuchar, ésta abarca mucho más que un receptor, la integro junto con el poder respetar los silencios, las pausas y los criterios del emisor sin emitir interpretaciones anticipadas o juicios de valor, entre otras habilidades.
Cuantas veces intentamos contar algo mientras nuestro receptor ya está fantaseando y hasta a veces emitiendo posibles descenlaces..., cuantas veces se precipita un consejo, un "vos deberías!". He presenciado en muchas oportunidades "diálogos" de "ruido", es decir charlas vacías y carentes de contenido, pasatiempo donde nada tiene conexión, fríos e improductivos, o los llamados por mí misma " diálogos mudos", estos se dan cuando el interlocutor se entiende conocedor de "todo", preciso y experimentado, solo habla de terceros, del pasado o futuro y/o deja poco espacio al intercambio de ideas, les pasó? consiste entonces en darle respuestas como: "claro...", "comprendo...","ahaa...", "seguramente..." y nos conduce inexorablemente a practicar la tolerancia y la paciencia!
También sucede que fácilmente se confunde a una persona que sabe escuchar con una introvertida o tímida, tal vez sea ambas cosas pero la usual verborragia de quien lo interpreta hace caer en erróneo parecer.
Es un ejercicio muy interesante el escucharse a uno mismo en primer lugar, evaluar qué estamos diciendo y si coincide con lo que pensamos, sentimos y deseamos comunicar, asimismo, reflexionar si nos estamos poniendo en el lugar del otro en un intercambio antes que arremeter con críticas, consejos o dogmas es un buen tip y por sobre todo, valorar el poder de la palabra, lo que decimos tiene fuerza de cambio y puede sanar o puede derribar y herir profundamente, así como escuchar y sentirse verdaderamente escuchado puede generar profundo bienestar.
A practicar! Saludos,
Ana.
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