viernes, 29 de noviembre de 2013

Del amor y los límites...

Todos hemos recibido en la vida distintos tipos de límites en mayor o menor medida y con distinto grado de afecto y comprensión.
Hoy intento escribir algunas ideas vinculadas al primer principio del Chamanismo: "El mundo es lo que uno cree que es" y la mencionada temática.
Siguiendo este principio, también los límites son en definitiva lo que uno cree que es y lo mismo será el cómo y hacia que circunstancia impartirlos...
En mi opinión los límites a tiempo y proporcionados son sinónimo de amor y prevención, los "límites" extemporáneos "revancha" o castigo y la falta de los mismos desamor absoluto.
En el presente observo falta de límites tanto en adultos como en menores, muchos de los cuales son consecuencia de la culpa que suele generar en los padres estar ausentes por compromisos laborales por ejemplo, el no saber ponerlos en tiempo y forma, lo que genera gran confusión y pierde la calidad de tal, o el tenerlos desafectivizados directamente, es decir, sostener la creencia de que un límite es sinónimo de maldad.
Para sustentar una estructura se necesitan límites, para contener el océano se necesita la orilla, para diferenciarnos necesitamos el contorno de la piel, porque donde "todo" se puede no hay lugar para construir en un sentido, una linea educativa, ejemplificativa.
Me impresiono cuando veo como adultos devienen cómplices de los antojadisos caprichos de los niños, justificando mentiras y hasta faltas al colegio ante una prueba por ejemplo, sin la mínima conciencia del mensaje que avalan, es decir, en definitiva: "es correcto esconderse de las responsabilidades, mentir, manipular y huír".
Abundan los casos de los llamados comúnmente  "líderes" o "famosos" que viven cual si fuese una carrera, desenfrenados,  solo para tener un prematuro fin.
Por último me gustaría compartir que en mi experiencia los límites "llegar...", llegan..., si no a través de nuestros padres será por maestros, compañeros, hermanos o las vivencias mismas que nos acontecen, y dependerá de cuanto hayamos desoído en el pasado las señales del destino, para saber cuan hondo iremos, cuan profunda será su impronta en nuestra experiencia...  
                                                                 Saludos, Ana.